Club Hotel Sierra de la Ventana
Primer lugar del turismo mundial, orgullo y debilidad de la aristocracia argentina del 1900. Una historia tan única como majestuosa. Con ustedes, el gran Club Hotel Sierra de la Ventana.
Cuando allá, por los primeros años del 1900, todavía en el mundo no existía el concepto que hoy tenemos del turismo, un grupo de visionarios, argentinos e ingleses, comenzaba a levantar los cimientos de un sueño inmenso.
Tan grande y majestuoso fue que aún hoy, a más de cien años, convertido en ruinas y abandonado al paso del tiempo, sigue atrayendo huéspedes que se contentan con sólo recorrer sus pasillos, sus salones y lo que quedó de sus exóticas y extravagantes habitaciones.
De centro asistencial a hotel majestuoso
En una de sus visitas a Sierra de la Ventana, el Dr. Félix Muñoz, médico especialista en enfermedades respiratorias, encontró un clima tan sano que facilitaría la cura de enfermedades de tipo respiratorio y nervioso. Enseguida tuvo una idea: construir allí un gran hospital sería una buena inversión a futuro.
El Dr. Manuel Láinez, amigo del Dr. Muñoz y dueño de una importante cantidad de tierras en Sierra de la Ventana, decidió interesar en el proyecto a la compañía británica Ferrocarril del Sud. El ramal de esta empresa que atravesaba la pampa hacia el Sudoeste en dirección a Bahía Blanca estaba dando por aquel entonces muchas ganancias a los ferrocarriles británicos, de modo que vieron en el proyecto del Dr. Muñoz una excelente oportunidad para incrementar aún más el tráfico de pasajeros por esta bella zona: la construcción de un enorme y fastuoso complejo hotelero. Impensado, no sólo para la Argentina que se estaba formando, sino también para la vieja Europa que todavía no sabía qué significaba la palabra “turismo”.
El 15 de agosto de 1903, entonces, se inauguró la parada de tren que correspondería al hotel. Más adelante, sería la estación Sauce Grande, actualmente llamada Sierra de la Ventana.
Nada es para siempre
Entre los años 1913 y 1914, los ecos mundiales de grandes depresiones económicas y guerras hicieron que el hotel comenzara a trabajar a pérdidas.
En 1917, la ley prohibió los juegos de azar, y tres años más tarde, los propietarios del Club Hotel (en su mayoría ingleses) dispusieron el cierre del establecimiento y el cese de sus actividades en la zona serrana, así como también del ramal de trocha angosta.
Finalmente, el 30 de noviembre de 1924, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires se hizo cargo del hotel con el objeto de instalar allí una colonia de vacaciones para alumnos, docentes y familiares, proyecto que nunca se llevó a cabo. En 1939, después del enfrentamiento entre el acorazado alemán Graf Spee y los cruceros británicos Exeter, Achilles y Ajax en el Río de la Plata, los marinos prisioneros fueron trasladados al ex Club Hotel de Sierra de la Ventana, donde permanecieron hasta febrero de 1946. Durante esos 2 años, el hotel volvió a tener vida y fue restaurado por los internos.
Sin embargo, la partida de los marinos a su país de origen hizo que otra vez ganaran el olvido y el abandono. Los proyectos de reflotarlo, así como también las constantes concesiones, no lograron ningún resultado. Finalmente, en 1978, el hotel comenzó a ser demolido.
El 8 de julio de 1983 el Gran Club Hotel Sierra de la Ventana fue devorado por un incendio que algunos sostienen fue intencional, aunque los peritos determinaron que se trató de un accidente. Aunque hoy yace en ruinas, a casi un siglo de su inauguración, su huella sigue siendo motivo de visitas permanentes.
Para tener en cuenta: En Sierra de la Ventana es posible encontrar un libro que cuenta de manera perfecta esta historia e incluye particularidades como la lista de apellidos notables que formaron parte de la inauguración del hotel o el menú completo que se servía a los huéspedes por aquellos días. Esta pequeña joya, bautizada por sus creadores como “Club Hotel de la Ventana, la historia de un Gigante”, fue escrita por Stella Maris Rodríguez y por Sergio G. Rodríguez, dos antiguos pobladores de Sierra de la Ventana que aún hoy mantienen la esperanza de que algún día el hotel vuelva a ser lo que fue.
Pablo Etchevers