Desafiando a la naturaleza, se esta comercializando leche que no es de vaca

Una startup israelí está generándolos a partir de proteínas de laboratorio, y ya tiene permiso para venderlos en Estados Unidos. Con el concurso de un microorganismo unicelular modificado genéticamente, va por un lugar en el mercado.

El mundo desarrollado se ha obstinado en tratar de superar a la naturaleza en la generación de ciertos alimentos. Busca incansablemente sucedáneos para reemplazar lo que la Creación nos ha dado. Se esfuerza en imitar esos productos, gastando mucho dinero en una aventura que dudosamente tenga larga vida. Es que aunque prometa el oro y el moro, la confiabilidad de estos imitadores aún está bajo debate.

El punto es que estas copias artificiales se hallan en el mercado y atraen a ciertos consumidores. Ahora, a las llamadas “carnes vegetales” y las “carnes de laboratorio” se suma la leche sin vacas. Remilk, una startup israelí de tecnología de alimentos se vanagloria de la aprobación del Ministerio de Salud para su proteína de leche sin animales, a la que considera “segura, de alta calidad e idéntica a su contraparte derivada de la vaca”.

De hecho ya puede vender “leche cultivada” y “productos lácteos” en los cuales la hembra bovina no tiene participación alguna. No vienen de ella. La empresa jura a quien quiera escucharla que se trata de productos que no contienen lactosa, colesterol, antibióticos ni hormonas de crecimiento. Una pinturita en términos de marketing.

Sin embargo, esto es sumamente cuestionable. Estas contraindicaciones que la empresa parece citar para la leche de vaca quizás sean representativas de los sistemas de producción del hemisferio norte, pero difícilmente se le puedan achacar a esquemas mucho mas naturales, como los de la Argentina o Nueva Zelanda.

Remilk produce proteínas de leche a través de un proceso de fermentación sobre la base de una levadura que las vuelve “químicamente idénticas” a las presentes en la leche y los productos lácteos generados por la vaca.

A ciencia cierta recrea las proteínas de la leche tomando los genes que las codifican e insertándolos en un microbio unicelular, que manipularon genéticamente para expresar dicha proteína. A continuación, el producto se seca hasta obtener un polvo.

Fuera de Israel, esta leche sin vaca ha sido aprobada en Singapur, en tanto la Administración de Drogas y Alimentos de EE. UU. indicó que esta proteína se puede usar de manera segura en productos alimenticios, por lo que el consumidor de este país ya puede acceder a distintos “lácteos” y derivados, como helado, yogur y queso, nacidos en las condiciones descriptas.

La idea de estos empresarios es competir con las grandes industrias lácteas del planeta. Han recaudado al menos USD 130 millones en capital de inversores, y tienen un acuerdo comercial a gran escala con una franquicia israelí exclusiva de Coca-Cola, para lanzar una línea de bebidas lácteas, quesos y yogures hechos con su proteína.

Para algunos analistas el mercado de “alternativas lácteas” podría crecer de unos USD 26.000 millones en 2022 a USD 66.900 millones en 2030. Se lo considera separadamente del sector de la “leche de origen vegetal”, donde las bebidas se elaboran a partir de soja, almendras, coco, avena o cáñamo,

Otras empresas están en el mismo camino. La startup israelí Imagindairy dice que su tecnología recrea versiones de proteínas de caseína y suero de leche idénticas a las naturales, que se pueden usar para producir productos lácteos. Otra es Pigmentum, que ha desarrollado una tecnología basada en plantas modificadas genéticamente para crear proteínas de leche a partir de la lechuga, las que se pueden usar para hacer queso.

Como no podía ser de otro modo, detrás de todo esto se halla el discurso de un mejor manejo del cambio climático y el respeto al bienestar de los animales, caballito de batalla preferido en estos casos.

A principios de este año, la Autoridad de Innovación de Israel anunció un plan con un presupuesto de hasta USD 13,7 millones para construir un centro de I+D para la tecnología de fermentación de vanguardia de microorganismos, como levaduras u hongos, para producir proteínas alternativas en una escala más grande. Durante la última década ha gastado más de USD 38 millones en generar proteínas alternativas. El año pasado, Israel ocupó el segundo lugar en la materia después de EE. UU.

Como en las carnes, la movida está en marcha y tiene una buena cuota de agresividad. No debería quitarle una porción significativa de mercado a los productos naturales, pero cocodrilo que se duerme es cartera, según reza un dicho popular. Así, habrá que tener el expertise necesario para recordarle al consumidor las bondades de aquello que viene del campo. Y no permitir el uso de términos como leche o lácteo en productos que no son tal cosa. Como en otros aspectos, la batalla cultural es clave.

Fuente: Chacra