De herrero a pionero en tecnología agrícola. Un sueño hecho realidad.
En un modesto taller de herrería del pueblo de Grand Detour, municipio de Ogle en Illinois, Estados Unidos, Jonh Deere diseñaría en 1837 el primer arado autolimpiable de la historia con una hoja vieja de sierra montada sobre una estructura de acero, el cual cambió el curso de la agricultura mundial.
Al cierre del año fiscal 2021/22, la cuenta de resultados de la empresa estadounidense John Deere & Company, indicaba, para regocijo de la compañía, unos ingresos totales que ascendieron a 52.577 millones de dólares, con un beneficio neto de 7.131 millones $, un 20% más que las cifras obtenidas durante el ejercicio pasado.
Conociendo estos colosales números que, a primera vista pueden causar sensación de vértigo, es imposible no imaginar que la maquinaria del ciervo amarillo no sea el líder destacado en el campo del mercado como en el agrario, sus llamativos colores verdes, son un sello de identidad que habla por sí sólo, transmitiendo un mensaje de garantía y fiabilidad al productor que se ponga frente a ella.
Como muchas otras firmas, John Deere ha hecho de la alta tecnología su caballo de batalla para mejorar las prestaciones de sus soluciones a cada año, así lo expresa el CEO de la compañía John May durante el el Consumer Electronics Show (CES) de 2023. “Le mostraremos cómo nuestra tecnología está ayudando a los agricultores a realizar su trabajo de manera más eficiente y sostenible. La tecnología es la solución a estos desafíos”. Estas palabras las sostenía May al calor de las luces glamurosas de Las Vegas en pleno siglo XXI, pero ese ideal visionario que convirtió a John Deere Company en un imperio, nació en un ambiente mucho más humilde que la conocida como “Ciudad del Pecado”.
Herrero y visionarioEn 1836, una crisis financiera obligaba a un herrero de Vermont de 32 años a trasladarse a la población de Grand Detour (Illinois) para empezar una nueva vida a más de 1.000 millas de su hogar y su familia. Sus habilidades con el martillo y la bigornia, sumado a su ingenio para crear herramientas de labranza diversas, hicieron que su reputación viajara de boca en boca por las granjas de Grand Detour. En poco tiempo los propietarios de las explotaciones agrícolas de este condado demandaban de su pericia para reparar los utensilios deteriorados en el campo. Aquel herrero se llamaba John Deere, y basándose en la observación de los mecanismos de trabajo de cada granja que visitó, ideó una tecnología que cambiaría el curso de la producción agrícola para siempre.
Por aquel entonces, los agricultores de las llanuras de Illinois trabajaban con arados diseñados para un tipo de cultivo propio de la región de Nueva Inglaterra, donde predominaban los suelos arenosos. Sin embargo, el firme de esta región era duro y pedregoso, precipitando que el arado frenara el surco y acabara atascándose. Consciente de este problema, John Deere diseñó sobre una estructura de acero con una vieja hoja de sierra a modo de reja, el primer arado autolimpiable. Caracterizado por tener una cuchilla de hierro de punta redonda en cada extremo, el nuevo arado de John Deere podría arar las tierras cultivables del Estado de Illinois sin riesgo a que las rocas o las raíces perturbaran el trazado de su surco.
Orígenes de un imperio
John Deere se asociaría con Leonard Andrus para empezar a fabricar en serie su arado autolimpiable de hoja de punta redonda. En poco tiempo, está sociedad ya disponía de 100 arados en stock preparados para su venta.
La eficacia del arado Deere para con los suelos duros, sumado a su buena maniobrabilidad y versatilidad por el peso de sus materiales y los mecanismos de ruedas para ajustar la altura de la hoja (otra innovación para la época) impulsaron los pedidos de los productores de Illinois. John Deere se acostaba en 1836 como un herrero inmigrante, para despertarse en el año 1837 cómo el máximo revolucionario de la tecnología agrícola mundial.
A tenor de la demanda y del éxito del arado autolimpiable, Deere, decide trasladarse a la ciudad de Moline (alma matter de la actual John Deere Company), un nudo comercial a orillas del río Mississippi, donde fundaría una empresa que, para el año 1849 ya contaba con 16 trabajadores y manufacturaba más de 2.000 arados al año. Cuenta María Cedrón en su artículo ‘Moline, el pueblo de John Deere’ que meses antes de morir, el fundador del ciervo amarillo confesaba a sus allegados irse de este mundo con el consuelo de no haber sacado nunca un producto de mala calidad al mercado.
Redacción Infoagro.com. Víctor Navarro