El tambo soporta las siete plagas de Egipto, pero la peor es el Estado

La actividad tolera las siete plagas de Egipto, aunque la peor de ellas es el Estado. Le siguen la sequía, los vicios del esquema comercial y la suba permanente de costos.

La actividad tolera las siete plagas de Egipto, aunque la peor de ellas es el Estado. Le siguen la sequía, los vicios del esquema comercial y la suba permanente de costos, en un contexto de productos finales destinados a un mercado cuyo poder adquisitivo se derrumba.

Quienes producen leche aceptan no sin pelear las duras reglas de juego de la actividad. Hay que batallar contra el clima, agarrarse de los pelos con un sistema de venta del producto objetado hasta el cansancio, y cargar con la responsabilidad de tener que darle al Estado lo que muchas veces la actividad no genera. Al recaudador no le interesa si hay seca, si los precios internacionales se cayeron o si la ecuación costo/beneficio no cierra. Reclama su parte cualquiera sea la suerte del negocio.

Como bien advierten desde la Cámara de Productores de Leche del Oeste de la Provincia de Buenos Aires, para el tambero es fundamental que el precio del blanco fluido no pierda actualización frente al dólar y la inflación. Que las industrias no tengan recortada su capacidad de pago de la leche por la política de retenciones a las exportaciones y el atraso del tipo de cambio. Pues bien, ninguna de estas cosas está funcionando como debiera en la actualidad. El dólar oficial es una fantasía, la inflación está desmadrada y los controles de precios dinamitan la estabilidad de la cadena. La evolución del precio de la leche al productor no llega a copiar el derrotero infernal de la inflación.

Un conocedor de la actividad como Marcos Snyder, avisa que la cadena láctea registra una presión impositiva del orden del 43% por litro de leche. Pone de manifiesto la necesidad de reducir los Derechos de Exportación y demuestra con facilidad que las mal llamadas retenciones deprimen el ingreso de divisas al país, complican la evolución de la lechería y no sirven en absoluto para abaratar el producto que llega al consumidor, cuyo precio, como sucede en el caso del pan, tiene poco que ver con el valor de la materia prima.

Al margen de defectos propios, que seguramente los hay, las retenciones le quitan competitividad a nuestros lácteos. Snyder destaca que eliminarlas implicaría mejorar la capacidad de compra industrial en unos 6 o 7 $/l, lo cual habilitaría a incrementar lo que se le paga al productor.

Desde el Centro de Industrias Lecheras hablan de una economía totalmente desquiciada, que condena a las fábricas a una menor rentabilidad por los controles de precios y el paupérrimo poder adquisitivo de la población. Creen que el escenario de los llamados Precios Justos no hará sino complicar aún más las cosas. “Se sigue insistiendo en un mecanismo que sistemáticamente demostró que no sirve para controlar la inflación”. La reiteración de herramientas fracasadas va cansando a todos, porque además generan mecanismos distorsivos que tornan ingobernable la comercialización.

Los industriales se quejan del diferencial de los derechos de exportación para la leche en polvo respecto de los quesos, el atraso del dólar oficial y desde luego el 9% de retenciones. El propio Snyder destaca que en lo que va de 2022, Uruguay exportó a China un tonelaje 63% superior al de la Argentina debido a una menor presión impositiva.

Todo esto en un contexto en que el valor internacional de la leche en polvo ha caído desde u$s 4750 en marzo pasado a u$s 3.279 este mes, nada menos. Las economías desarrolladas no atraviesan su mejor momento, jaqueadas por la recesión derivada de la política de tasas de sus bancos centrales, empeñados en recortar un nivel de inflación que a nosotros, habitantes de un submundo deteriorado, nos parece nada. Por supuesto, sobresale la situación de China, con una economía golpeada además por su obstinación detrás de una política de Cero Covid, que cierra ciudades enteras y derrumba el consumo.

Mientras tanto la sequía hace estragos entre nosotros. El tambo no puede frenar la rueda de la producción por más que no haya pasto suficiente. No queda otra que cerrar o meter la mano en el bolsillo e incurrir en mayores costos. Cuencas clave como las de Santa Fe y Córdoba la están pasando mal.

Pasturas que ofrecen menos y de menor calidad, reservas utilizadas hasta los límites y con un panorama de renovación que oscurece día tras día., ya que es mínima la superficie implantada con maíz para hacer silo destinado al próximo año. Hay que comprender que esta es la tercera Niña consecutiva, la campaña es mala pero las dos anteriores tampoco dieron para tirar manteca al techo. El número de oro para el tambero pasa por los litros libres, y se viene achicando rápidamente. De ellos vive el productor.

La lechería es una economía regional, y en su política de parches el gobierno decidió que “todas las economías regionales que alcancen un acuerdo entre productores y exportadores y que participen del Programa Precios Justos van a acceder a un tipo de cambio diferenciado, en un esfuerzo por parte del Estado Nacional”. Aunque Massa está estudiando modificar la propuesta, con amigos así, ¿Quién necesita enemigos?

Fuente: Chacra