Juan Ignacio Gerardi, visitó a pie a productores y conecta sus cultivos con los chefs más importantes del país

Juan Ignacio Gerardi tiene 40 años y hace 13 que vive en Yala, un pueblo de la yunga jujeña; a través de una cooperativa ayuda a pequeños productores a revalorizar su producción

Juan Ignacio Gerardi no es agrónomo ni viene de familia de campo, “es un consumidor consciente”, tal como se autodefine. Nació en Bahía Blanca y cuando terminó la secundaria se trasladó a Buenos Aires para estudiar Ciencias Políticas. Durante ese tiempo se dedicó al Turismo y fue en uno de los viajes cuando empezó a sentir una inquietud personal que lo llevó a decidir dejar la ciudad y mudarse al norte argentino. 

“Empecé a interesarme más sobre lo que comía, de dónde venía, cómo se producía. Esas ganas de entender más hizo que surgiera el acercamiento hacia la agricultura. Por eso en 2008 me mudé a Jujuy”, contó Juan Ignacio en entrevista con Agrofy News. 

Se instaló en Yala, un pueblo ubicado a 14 km al norte de la capital jujeña. “Es la provincia con mayor diversidad climática en el menor espacio territorial; tiene yungas, valles, quebrada y puna en muy pocos kms y además tiene toda una historia de agricultores ancestrales aún viva que me atrapaba muchísimo. Yala está en medio de los 4 climas”, contó Juan Ignacio.

Bioconexión, productor por productor

Como parte de esa necesidad de conocer lo que se cultivaba, comenzó a visitar productores de toda la provincia, a pie y en colectivo. “Al principio la visita fue personal. No era una persona del lugar, no pertenecía a ningún organismo ni estaba dentro de ningún programa sino que mi acercamiento era de vecino y desde ahí empecé a interiorizarme en lo que hacían y empezar a sumar y aportar a cuestiones que a ellos les faltaban o que no tenían resueltas”, contó Gerardi.

En ese recorrido se encontró con una problemática: la cantidad de producción que tenían y la manera de comercializar. “Se hacía todo de una manera convencional, cuando en realidad la producción es artesanal y tiene sus particularidades. Consideramos que esa manera de generar alimentos tenía que conservarse al momento de la venta. 

Juan Ignacio Gerardi y bioconexión

En el año 2012 empieza a darle un poco de forma al proyecto:“Encontramos que, por ejemplo, un productor de ciruela que tenía solo 15 cajones era muy difícil pensar en sostener una economía con tan poca cantidad. Entonces empezamos a investigar sobre hierbas y productos que naturalmente se dan alrededor de esa producción para diversificarla, mientras se espera que la siembra empiece a agarrar volumen”, explicó el emprendedor.

De este modo surge Bioconexión, una cooperativa agrícola que busca resignificar el rol de los pequeños productores y amplificar su trabajo: “Buscamos sacar de la informalidad que tenían los pequeños productores, ordenarlos”, contó el fundador.

Dominga, la precursora

La primera productora con la que Juan Ignacio generó una relación y le enseñó a trabajar con otros productores se llama Dominga Choque y vive en la meseta de Yacoraite: “La conozco porque en ese lugar habían armado un deshidratador solar que no funcionaba. Se tiraba mucha fruta, como la banana que desperdiciaban porque su tamaño era muy pequeño y no tenía mercado. Arreglamos el deshidratador solar que está dentro de la comunidad y empezamos a secar las que eran descarte para el productor”, relató el emprendedor.

“Dominga nos enseñó y nos enseña todavía cómo relacionarnos, así como los valores comunitarios y andinos que para mí era algo totalmente nuevo y desconocido. Generó que hoy el deshidratador funcione y que lo pueda usar la misma comunidad y que la fruta que se produce cada familia la pueda comercializar”, agregó Gerardi.

Dominga volvió a sembrar maíz y papa en su casa como hacía siempre y lo había dejado de hacer por un tiempo. Junto con sus hijos volvieron a armarse con los animales y empezaron a recuperar ese espacio sustentable que supieron tener antes y que de alguna manera por cosas del día a día se estaba perdiendo.

“Además Dominga es una excelente cocinera”, contó Juan Ignacio: “Encontramos en las cocinas de la Argentina unos aliados que valoraban todo este trabajo y esta búsqueda específica de los productos. Dominga no solo llegó con sus productos a los mejores restaurantes sino con sus saberes de cocina y hoy cocina en su casa”, continuó.

El caso de Dominga es el caso de muchos otros productores y productoras que pudieron revalorizar sus productos:  las hierbas de altura de Amancio; la quínoa de la Poma de Facundo; la sal de Salinas Grandes de Walter; las zanahorias de Ocumazo de Rolo; los duraznos de Cipaqui de Lourdes.

De la tierra a los platos

En 2014 fueron convocados a la segunda feria Masticar en Buenos Aires, un evento al que asisten 200 mil personas: “Llegamos con un stand muy humilde, llevamos semillas, moras deshidratadas y cayote. Teníamos productos simples pero muchas historias detrás”, contó Gerardi. 

Allí nació una relación más estrecha con cocineros del país que empezaron a usar sus productos para restaurantes: “Empezamos a trabajar con los cocineros que también estaban en una búsqueda de entender de dónde venían los productos, quiénes lo producían y de buscar productos diferentes a los que podían encontrar en el mercado”, expresó el emprendedor. 

Hoy trabajan con con Tato Giovannoni, bartender argentino reconocido en el mundo, y con restaurantes como CARNE, la cadena de hamburguesas con el chef Mauro Colagreco, con ALO´S, de Alejandro Feraud, con Aramburu, Chila, el Gran Dabbang, Catalino, entre otros.

Consumidor consciente

En 2018 Bioconexión fue elegida por la ONU entre 400 proyectos de 65 países y ganó el premio Flourish Prizes por promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación: “Un grupo de mujeres de la UCA que estaban cursando una Maestría en Sustentabilidad se interesó por nuestro proyecto, vinieron a Jujuy, lo escribieron y lo presentaron en una convocatoria para empresas que aporten a los ODS. Ganamos y fuimos a Cleveland a recibir el premio, tuvimos la suerte de compartir con otros emprendimientos interesantes de otras parte del mundo y eso nos llevó a darle otra dimensión a lo que estábamos haciendo que tenía que ver con el triple impacto”, contó Juan Ignacio.

La ONG empezó a darle forma al proyecto enfocado en productores y en consumidores: “Nosotros entendemos que un alimento saludable nace primero de relaciones saludables, un grupo de personas que incluye tanto productores, como consumidores, como intermediarios, distribuidores. Consideramos que es importante que todas tengan el mismo propósito. Pensamos que las cosas nacen en las relaciones sanas, diversas y ahí es donde comienza a gestarse un alimento saludable”, explicó el fundador.

Con el programa “Sembrar Consumo con Propósito” trabajan la educación al consumidor;  dan talleres, invitan a conocer a los productores para que sepan dónde se hacen los productos. 

El programa “Sembrando Confianza” tiene que ver con siembra comprometida: “A los restaurantes en vez de venderles kilos de productos, les arrendamos metros de tierra. El consumidor paga metros de tierra durante todo el año un monto fijo y todo lo producido de sus metros se le entrega a él. El mismo programa nos permite a su vez desarrollar el resguardo de semillas, porque hay muchas que se dejaron de sembrar por tener poco espacio en el mercado”. 

Con el programa de Empoderamiento Agrícola realizan la visita continua de nuevos productores y emprendimientos: “Cada vez que encontramos un productor trabajamos en que se empodere en su labor, que empiecen a darle precio al valor de su trabajo. Les damos acompañamiento territorial”, detalló Gerardi.

Además, Juan Ignacio asesora a los productores que produzcan de manera orgánica, sin uso de productos de síntesis quimíca. 

Ingresos en todas las etapas

La cooperativa fue creciendo con el foco puesto en el comercio justo y el consumo responsable. El modelo de negocios apunta a que el productor tenga varios ingresos, antes y después de haber vendido el producto, es decir que no todo se dé en el momento de la venta. En el medio desde que siembra la quinoa hasta que la cosecha, ya pudo generar ganancias. Si uno quiere comer distinto también tiene que empezar a comprar distinto”, dijo el emprendedor. 

El objetivo de la organización a futuro es ir aumentando la base de productores, generar que más personas se vinculen con la tierra, sembrando alimentos conscientes: “Encontrarnos con más consumidores que entiendan nuestra propuesta”, contó Juan Ignacio. 

Fuente: Agrofynews