La fertilidad del suelo, clave para reducir las brechas de rendimiento
En la Argentina, los cultivos presentan una brecha de rendimiento de entre el 30 y el 50 %. Así lo expusieron durante el Congreso Aapresid 2025, donde se planteó que la degradación de la fertilidad del suelo constituye uno de los principales factores que limitan el aprovechamiento del potencial productivo.

El caso del maíz es ilustrativo: mientras el rendimiento promedio actual se ubica en 7.600 kilos por hectárea, el objetivo ronda los 11.500. Solo con una estrategia de fertilización balanceada, aplicada en un 33 % del área maicera (6,3 millones de hectáreas), podría generarse un ingreso adicional estimado en 1.050 millones de dólares.
“Entre los factores que explican esta situación se destacan el escaso nivel de muestreo de suelos —que alcanza apenas al 25 %— y la falta de diagnóstico específico dentro de los lotes. En muchos casos, se continúa aplicando fertilizantes sin una comprensión detallada de la variabilidad y necesidades del ambiente”, aseguraron Nahuel Reussi Calvo y Nicolás Wyngaard –docentes de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata y CONICET–.
Los datos muestran que un alto porcentaje de los suelos de la región pampeana presenta deficiencias en nutrientes clave como fósforo, potasio, zinc, boro, nitrógeno y azufre, con valores por debajo de los umbrales críticos establecidos.
Además, la materia orgánica del suelo ha disminuido de manera sostenida en las últimas décadas: del 4,3 % en suelos vírgenes al 3,1 % en 2024. “Esta pérdida tiene consecuencias económicas concretas”, especificó Reussi Calvo, quien no dudó en aclarar que “la propuesta no apunta simplemente a aplicar más insumos, sino a utilizarlos con mayor precisión”.
Para ello, los investigadores consideraron necesario medir, interpretar y ajustar las dosis de fertilización en función de cada ambiente y cultivo. En el caso de nutrientes móviles como el nitrógeno y el azufre, la aplicación directa no alcanza a reponer las pérdidas: es indispensable adoptar prácticas que permitan aumentar el contenido de materia orgánica del suelo.
Para los nutrientes poco móviles, como fósforo o zinc, se recomienda trabajar con umbrales definidos a partir de estudios locales y ajustar las dosis con criterios de suficiencia. Desde esta perspectiva, se enfatizó que la fertilidad del suelo debe entenderse como un proceso integral, que abarca dimensiones químicas, físicas y biológicas.
La evidencia presentada refuerza la necesidad de un cambio profundo en las estrategias de manejo. La clave estará en construir decisiones informadas, a partir de datos concretos, en un sistema donde la producción sustentable no puede pensarse sin suelos fértiles y bien gestionados.
FUENTE: INTA Informa
