Lorena vive en Mayor Buratovich y su gran “don” es el amor por los caballos.

Opción Rural

Lorena Biayo, vive en Mayor Buratovich, partido de Villarino. Una localidad pequeña al sur de la provincia de Buenos Aires. Ella cría y amansa sus propios caballos mediante una conexión de amor y respeto, sin necesidad de agresión y los maravillosos resultados están a la vista. Portadora de un “don” especial, el amor hacia los animales y en particular a los caballos con quienes siente una conexión única.

Lorena es una mujer independiente, trabajadora, mamá de dos hijas adolescentes, Katy y Danna, pero igualmente le queda tiempo para disfrutar de su pasión que son los caballos, pasión que comparten en familia.

 -“Desde muy chiquita estuve en contacto con los caballos, tengo fotos desde bebé arriba de ellos.  Me cuenta mi mamá que a los 3 o 4 meses me sacaron la primera foto sobre un caballo, y desde que tengo conciencia siempre tuve contacto.  A los tres años ya andaba sola para todos lados y de ahí fui creciendo con ellos”, nos relata.

Contanos cuál es tu manera de amansar.

-“Yo veo a los caballos desde la conexión que tuvimos siempre. Hay cosas que son inexplicables, que se sienten en el momento, porque mi conexión empieza en el preciso momento en que agarro un  potro.  Se empieza por el trabajo de abajo, mucho “manoseo” hacia el animal, mucho cariño, trato de hacerlo siempre sola, salvo con  mis hijas que también han compartido ese momento conmigo de hecho me han acompañado muchísimo, pero por lo general siempre me gusta hacerlo sola porque así me siento más conectada con ellos.   Les hablo mucho, aunque no me crean, el animal tiene que tomar mucha confianza, le tenemos que brindar esa confianza”.  

-“Cada animal lleva su tiempo, obviamente según el genio de cada uno.  Nunca me dediqué a lo que se llama doma, es solo entablar contacto con ellos desde el principio, desde abajo hasta que me permiten que los monte.  Lo que si hago es empezar con el bocado como se hacía antes y después todo el proceso de enseñar a dar la vuelta, a salir, ir enseñándole cada paso de a poco con mucha paciencia”.

-“Siempre dije que no he tenido paciencia para muchas cosas y si hay algo que tengo paciencia por demás es justamente para los caballos.  Son mi cable a tierra”.

-“Lo hago desde muy chiquita y es el día de hoy que lo sigo haciendo. Al animal vos lo vas llevando y cada uno tiene su tiempo, no todos tienen los mismos tiempos.  El mismo caballo te pide el freno, y te das cuenta cuando es la hora de enfrenar.  Para eso me guio por cosas que usaban antes, me gusta enfrenar cuando la luna está en cuarto menguante”

¿Tiene algún motivo especial por el que se hace en cuarto menguante?

 -“Sí, tiene motivo. Según teorías de antes, yo la incorporé y la verdad que a mí siempre me dio muchos resultados y me guio mucho por la luna, de hecho, para castrarlos y para que agarren mejor el freno, siempre en cuarto menguante.”

Lorena nos cuenta que siempre espera ese cambio de luna para enfrenar un caballo, y nota que se adaptan fácilmente al uso del freno, esto hace que su creencia se fortalezca y continúe incorporándola en el momento de avanzar con la doma.  Su trabajo con los caballos se basa en “mucho amor siempre. Hablándoles con cariño. Muchas personas dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, y sí, el perro es muy inteligente, pero siempre dije que el que realmente tiene una conexión con el caballo entiende que no debe haber animal más inteligente que el caballo.  Es increíble lo que entienden, solo les falta hablar.   No se cómo describir esa conexión, realmente, a veces me preguntan y no se cómo expresarlo con palabras.   Siempre fueron y serán mi cable a tierra. Le pido a Dios que aunque sea viejita me permita tener siempre de alguna forma conexión con ellos, así sea que no pueda montarlo pero aunque sea el contacto”.

¿Cuánto tiempo te lleva, más o menos, amansar un potro?

“Todo depende siempre del animal, no todos son iguales, cada uno tiene su genio, cada uno tiene su proceso. También todo depende mucho de todo. Porque no es lo mismo un potrillo que vos lo tenés desde chiquito, que lo podés estar tocando y haciéndolo confiar en las personas.  Me pasó con el mío, que nació prácticamente en mis manos, que es el día de hoy, que él todavía se cree chiquito, y ya tiene cinco años y a él le quedó eso de ser el bebé, si le dejo la puerta abierta de mi casa,  se mete tranquilamente”.

¿Vos hiciste algún curso o alguna formación, alguna capacitación para hacer este tipo de amanse?

“No, nunca. Nunca hice nada, todo lo hago desde muy chica, por instinto. Siempre en el campo teníamos muchos caballos, de esos caballos siempre elegía los que quería para mí.  Yo me acuerdo que la primera yegua que tuve, que la hice yo, era una morita cabeza negra y yo la amansé cuando tenía nueve años.  Escondida de mi papá, porque mi papá no me dejaba, porque tenía miedo. Entonces cuando mi papá se iba, que venía al pueblo a hacer algún mandado yo aprovechaba a trabajar en ese momento, y desde ese tiempo arranqué.

¿De que manera trabajas?  ¿A campo abierto, con corral, necesitas un corral circular?

En realidad un corral sería perfecto, pero bueno, últimamente siempre me adapté a las condiciones que tuve y más allá de todo igual siempre me dio resultado en todos los sentidos.

¿Qué consejo le darías a alguien que tenga un potro y quiera hacer algo como lo que haces vos? ¿Cualquiera puede hacerlo?

“Yo creo que con amor y teniendo conexión realmente con el caballo todo se puede, sí, sí porque volvemos a lo mismo, el caballo es muy entendido, entiende mucho el animal y al entender y saber que no lo vas a agredir, que no lo vas a maltratar entonces te toma confianza y llega al punto donde podes hacer todo este tipo de cosas desde la confianza, desde la unión que tenés con él”.

” Todo lo que hagas con el corazón y en conexión con el caballo va a dar un buen resultado”.

Nota: Alejandra Garayeta

Fotos: Aporte de Lorena Biayo