Alberto Bellabarba, una leyenda en Pedro Luro.

Opción Rural

Alberto es una de esas personas a quienes es muy difícil adivinarles la edad, de gesto amable, siempre predispuesto a una charla agradable y una sonrisa que invita a tomarle cariño.  

Trabaja junto a su hijo en el taller que fundó junto a su socio un día de mayo del año 1958.  No vamos a decir su edad pero nació en el año 1930 para quienes quieran hacer el cálculo.  Para quienes lo conocen saben muy bien que ese dato es irrelevante, ya que es un claro ejemplo de que la juventud es un estado del alma. 

 Descendiente de italianos, que desembarcaron en el año 1912, su padre, Santiago Bellabarba había llegado a estas tierras junto a su padre, Enrique.  Por esas cosas de la vida, Enrique decidió volver a su tierra, pero Santiago buscó trabajo y fue contratado por la familia Luro con quienes realizaba distintas actividades.  Justamente a través de su trabajo conoció a Adelina quien trabajaba como cocinera de la familia de Luis Luro, con ella se casó y tuvieron tres hijos, Adolfo, Alberto y Juan Carlos.

La infancia y juventud de Alberto transitó en la casa de calle 101 y 26 de Pedro Luro, recuerda el esfuerzo de su padre por aquellos tiempos donde el trabajo era sacrificado, trabajaba en la remolacha y fue empleado de la fábrica de conservas de tomate. Su madre por otra parte, también colaboraba con la economía familiar lavando ropa para afuera y trabajando en la sala de primeros auxilios.   

Alberto comenzó a trabajar desde muy chico, cursó hasta cuarto año de la escuela y después comenzó a trabajar.  Sus empleos fueron variados, trabajó en el cine por muchos años, en una panadería, y todo empleo que podía intentaba agarrarlo para colaborar en su casa.

De esta manera, llegó a trabajar en los talleres mecánicos y poco a poco aprendió el oficio, fue empleado de varios mecánicos.

 En esos primeros años de mecánica, conoció a Moises Sukerman con quien entabló una gran amistad que los mantendría unidos por el resto de sus vidas.  Juntos decidieron independizarse por lo tanto comenzaron la búsqueda de un local en alquiler, tarea para nada fácil.   En ese momento tuvieron el apoyo de la firma Jorgensen, Nader y Cia.  quienes les instalaron un taller en el fondo de lo que es hoy Repuestos Huber (Flia. Lezcano).  En esos inicios el trabajo era a porcentaje y pusieron un gran esfuerzo y sacrificio trabajando hasta altas horas de la noche para lograr lo que querían.  Al poco tiempo esa constancia rindió sus frutos y pudieron juntar el dinero para comprar el taller. 

En la década del 60 pudieron adquirir un crédito que fue el puntapié para comprar dos terrenos que pertenecían a Guillermo Luro.   En esos terrenos se construyó lo que hoy es Taller Bellabarba.  

Orgulloso de sus logros bien ganados a través de su propio trabajo no deja pasar por alto a quien para él fue un gran amor y compañera en esta gran aventura de la vida.   Su esposa Irene, con quien contrajo matrimonio en el año 1952, y de esa unión nacieron sus dos hijos, Ricardo y Adrián.   Irene fue “una compañera de 10 que siempre estuvo en las buenas y en las malas”, formaron una hermosa familia que los hizo muy feliz y su mejor herencia para sus hijos y sus nietos fue transmitirles lo que aprendió de su padre: ser derecho, respetuoso, digno, de palabra, honesto

 “En la vida no hay que aflojar y hay tratar de andar bien.  La felicidad es saber llevarse bien con todos.”

Alejandra y Orestes hacemos  llegar nuestro más cálido saludo en este aniversario a quienes a través del trabajo honesto y de un gran esfuerzo han alcanzado grandes logros en la vida, orgullosos de que sean parte de Opción Rural.

Por Alejandra Garayeta