¿Sabes porque el 7 de Marzo es tan importante para Patagones? Te lo contamos…

Los habitantes de ambas márgenes de Patagones, se vieron envueltos en la guerra que nuestro país libró contra el lmperio del Brasil por la posesión del actual territorio uruguayo entre 1825 y 1828.

Carmen de Patagones era, hacia 1827, una pequeña aldea de alrededor de 900 habitantes enclavada en pleno territorio tehuelche.

Luego de años de infortunio, sus pobladores habían logrado una relativa prosperidad gracias a la explotación de las salinas que abastecían a los saladeros rioplatenses y a los que aquí se instalaron. Éstos impulsaron la expansión de la ganadería local mientras que el incremento del tráfico marítimo brindó mercados a la producción triguera. Por otra parte, el tradicional comercio con los indios se incrementó sensiblemente ya que proveían de ganado barato a los saladeros de la banda sur.

Tan promisorias condiciones atrajeron a agricultores, artesanos y a un reducido grupo de comerciantes y hacendados que se sumaron a los vecinos fundadores y sus descendientes.

La mano de obra que sostuvo esa expansión fue aportada por alrededor de trescientos reos condenados a cumplir su condena en El Carmen. Además, se contaba con algunas decenas de indios ya avecinados y con una tribu de “indios amigos” cuyos hombres se conchababan en las faenas rurales.

Entre 1825 y 1828, Patagones se vio envuelto en la guerra entre nuestro país y el Imperio de Brasil por la posesión del actual territorio uruguayo. El bloqueo del puerto de Buenos Aires por el enemigo, hizo de Patagones un puerto de corsarios a donde éstos conducían a los barcos mercantes brasileños apresados con mercancías de todo tipo y esclavos africanos. El enorme daño que se le infringía a la economía del Imperio indujo a Pedro I a arrasar El Carmen.

En 1826 los maragatos recibieron dos malas noticias: la inminencia de la invasión brasilera y la imposibilidad del gobierno central de enviar refuerzos militares. La angustia se apoderó de la población, pero el coraje y el amor a su tierra pudieron más y aquí se quedaron derrotando su propio temor.

El Combate de la Batería

Dado el estado de guerra existente entre los dos países y el rol protagónico del fuerte del Carmen, todo buque que se acercaba a la boca del río Negro era observado con sospecha.

Así fue como el 25 de febrero de 1827 el práctico Guillermo White divisó frente a la barra del río Negro una goleta con la bandera norteamericana en el mástil que luego de reconocer el lugar se alejó. Dos días más tarde la misma nave vuelve a recortarse en el horizonte pero esta vez seguida de otras embarcaciones y enarbolando banderas blanquícelestes. Sin dudas la intención de los invasores era ingresar al río Negro pero la bravura del mar, en la ocasión, les hizo posponer la faena hasta el día siguiente.

El 28 de febrero alrededor de las 9 de la mañana las naves pusieron proa hacia la entrada al río Negro ante la mirada adusta y resuelta de los hombres en tierra.

Pero no iba a ser tan sencillo para la escuadra invasora la entrada al puerto de Patagones, ya que primero tendría que vérselas con la batería instalada allí por el corsario James Harris. Era esta una bateria a barbeta, con base de madera y compuesta por solo cuatro cañones que, orgullosa, pretendía impedir el ingreso de la escuadra brasileña fuertemente artillada. La corbeta Itaparica contaba con 16 cañones y 6 carronadas. A pesar de la enorme diferencia de fuegos la batería operada por artilleros y corsarios y defendida por la infantería negra se batió heroicamente disparando nutrido fuego de metralla contra los invasores, mientras los infantes descargaban sus fusiles sobre las embarcaciones que pasaban a “tiro de pistola” maniobrando sus velas. La batalla se extendería, solo por unos cuantos instantes, ya que los invasores al pasar frente a la batería, respondieron con su enorme poder de fuego silenciando a los cañones de la costa, que además habían agotado su escasa munición.

Dos miembros de la infantería negra, cuyos nombres lamentablemente no han llegado hasta nosotros, y el corsario Fiori perdieron allí sus vidas, mientras que del lado brasilero, un desconocido numero de tripulantes fueron alcanzados por la artillería de la patria; las naves Escudero e Itaparica sufrieron algunos daños de estructura.

Del corsario Fiori sabemos que llegó a Patagones a bordo del bergantín “9 de Julio”, del capitán Fourmantín, como tripulante y artillero. En su país natal había sido marino mercante y una vez en el Río de la Plata se enrolo como corsario.

Párrafo aparte merecen los negros libertos de la infantería. La mayoría de estos habían llegado a la zona en el “Lavalleja” apresado por el capitán Fourmantin en 1825, con trescientos esclavos a bordo. Y es que entre las numerosas presas que llegaban a Patagones, muchas de ellas eran barcos “negreros”, en su mayoría de bandera inglesa o portuguesa, que se dedicaban al comercio de esclavos, prohibido en nuestro país desde 1813.

El último sobreviviente de este heroico grupo de infantes negros, fue don Felipe la Patria quien fuera una figura central en los actos conmemorativos del 7 de marzo, que se realizaban a fines del siglo XlX, tal como se puede apreciar en una fotografía atesorada por el Museo “Emma Nozzi” de Patagones.

Si bien la acción militar del 28 de febrero de 1827 fue una derrota, nuestras tropas demostraron su empuje y su coraje y se retemplaron en una decisión de morir o vencer, decisión que lograría la más amplia victoria una semana después.

El Combate del 7 de Marzo

El río resultó ser el más formidable enemigo de los brasileños. No lo conocían y eso fue letal. Perdieron a su nave más importante, encalló luego la Itaparica lo que retrasó su llegada a la población.

Finalmente, en la madrugada del 7 de marzo los invasores desembarcaron alrededor de 400 infantes que emprendieron una fatigosa marcha de tres leguas por el monte cerrado. La mitad de esa tropa veterana eran mercenarios ingleses como lo era su comandante el capitán James Shepherd.

Cuando el sol asomaba por el horizonte, el enemigo coronaba el cerro de la caballada. Pero Patagones estaba preparado. En el cerro estaban el subteniente Olivera con ciento veinte jinetes, la mayoría de los cuales eran civiles: chacareros, hacendados, peones, artesanos y comerciantes, además de los gauchos del baquiano José Luis Molina. En el río, los corsarios Harris, Soulin y Dautant y sus tripulantes, bajo las órdenes del comandante Jorge Bynon; en el Fuerte, las mujeres y ancianos junto a la infantería africana.

Los jinetes maragatos descargaron sus fusiles hiriendo de muerte al capitán Shepherd. La columna enemiga, agotada, sedienta y sin conductor, comenzó a retroceder buscando el río y el monte, envuelto en llamas por la astucia de Molina. A todo galope, un combatiente patriota de diecisiete años, Marcelino Crespo, entró al pueblo por la calle que hoy lleva su nombre gritando victoria. Acto seguido Bynon dirigió el asalto a las naves imperiales, el que concluyó entrada la noche con el arriado del pabellón de la corbeta Itaparica.

Fuente: Museo Emma Nozzi