La producción lechera familiar es mucho más que juntar las partes
El encuentro con los Cosavella incluye varios aspectos que tienen que ver con la producción lechera, aunque hay uno de ellos que nos parece determinante: la sucesión familiar a través de las generaciones que fueron asumiendo la noble tarea del tambo.
La familia Cosavella de La Playosa (Córdoba) fue protagonista de un evento internacional propiciado por el INTA. Fue en el marco del Segundo Encuentro donde se cuentan experiencias y reflexiones sobre empresas familiares de Argentina y Uruguay, que se transmitió vía streaming
Los Cosavella llegaron desde Italia a Argentina en 1915, alquilaron 200 hectáreas en La Playosa y comenzaron a trabajar con 10 vacas para consumo familiar, el resto lo dedicaban al cultivo de trigo.
Los prolíficos pioneros tuvieron siete hijos y con ellos comenzó una tradición familiar que en el transcurso de un siglo tuvo que asumir cuatro divisiones.
En 1962, Mario, el abuelo de Roberto (hijo) junto a cuatro hermanos se inician en la producción de leche trabajando a medias con un tambero que ordeñaba a mano y cobraba el 40 % de los ingresos.
Una década después se integró al tambo una ordeñadora mecánica, compraron un pedazo de tierra y comenzaron algunas experiencias de inseminación artificial. Es en esta etapa donde se afianza este perfil que abrazó la familia y que recorre más de cinco décadas construyendo una estrategia productiva que hoy los identifica.
Hay divisiones que confirman elecciones
En 1981 se produce la división más importante entre los miembros de la familia Cosavella. Es en ese momento cuando se crea lo que hoy es el Establecimiento Don Mario, que se inicia con dos tambos que producían 1000 litros de leche por día con 14 litros de promedio por vaca en 520 hectáreas. Entregaban su producción a la cooperativa Sancor, que los introdujo en el trabajo asociado en grupo, con asesoramiento de un ingeniero agrónomo. El trabajo de modo cooperativo era como una continuación de la práctica familiar de trabajar entre familiares.
En 1997, se produce la tercera división sucesoria, y allí quedan Roberto (p) y su hermano Luis a la cabeza de una empresa que se inicia sus actividades con 700 hectáreas y una década después ingresa Roberto (h). Y será con él cuando la estrategia transforma el sistema netamente pastoril a otro con suplementación estratégica.
En 2018, se da la cuarta división familiar que reunirá a Roberto (p) y sus hijos Cristian y Roberto (h) en una superficie de 700 hectáreas, con tres tambos en funcionamiento, una producción de 25 mil litros de leche diarios con 800 vacas y 50 empleados.
Sinergia productiva familiar y “amar lo que se hace”
“De las 700 hectáreas solo el 65% son propias y el resto se alquilan a otros miembros de la familia original con lo que nos da cierta seguridad en planes a largo plazo. Si me preguntan por dónde pasa el secreto para la continuidad de una empresa familiar les diría que es la diversificación de la producción. Por supuesto, el tambo es la actividad principal y la que requiere nuestros mayores esfuerzos”, cuenta Roberto (h).
El joven productor apunta que “el secreto es que la escala se da en la comercialización conjunta entre todos los primos” y precisa: “Por más que cada uno tiene su empresa, continuamos comercializando juntos. Nos juntamos cuatro empresas que compran insumos, herramientas y contratan servicios para 1200 hectáreas. También compartimos la mano de obra, compra de insumos, adquisición de herramientas y otras acciones comunes”.
Entre otras actividades conjuntas, la familia ampliada se asocia en un pool de venta de leche de 45 mil litros diarios con lo cual se obtienen sobreprecios de entre el 5 al 10%.
En estos últimos años los Cosavella han trabajado con ahínco en la mejora genética continua del plantel, y eso hace que las vacas que salen a la venta tanto como los novillos destinados a carne son muy apreciados e ingresan beneficios extra a la explotación.
– Trabajar y producir en empresas familiares es un desafío. ¿Por dónde pasa la viabilidad de este proyecto productivo?
-Puesto a tratar de encontrar una fórmula para el éxito de la empresa familiar, diría que la clave pasa por la dedicación comprometida y la eficiencia continua de las variables productivas. Mi familia siempre lo hizo así desde la época de mi bisabuelo. Siempre fuimos muy unidos, nuestro pilar es la unión y eso da más seguridad y sé que puedo compartir ideas, problemas y soluciones.
El futuro, lo que vendrá
“Desde niño venía al campo y me parecía interesante todo lo que aquí ocurría. Mientras tanto iba a la escuela y una vez que egresé me dispuse a tomar tareas y responsabilidades en el tambo. Y traigo a mis hijos para que vean, se acerquen y muchas de las cosas que hacemos lo realizamos pensando en ellos, y por ello la búsqueda de crecer, de hacer la empresa más grande para poder incluirlos”, planea Roberto (h).
Los Cosavella piensan en clave de familia y las decisiones que vayan tomando los miembros de las descendencia se tratan en familia y por ello se prioriza que la explotación crezca en manos de familiares directos o políticos.
-Aunque se piense en el recambio generacional, muchas veces no es de fácil resolución…
– Sí, uno planea pero no es fácil resolver el modo que se asumen todas las tareas, ya sea con miembros de la familia o con empleados que integran el equipo de trabajo, y es por ello que ponemos mucho el acento en la capacitación, en el asesoramiento, en la especialización de las tareas que con el crecimiento de la empresa van adquiriendo un nivel más elevado de complejidad.
“Creo que la cuestión reside en aprender a delegar”
Don Roberto Cosavella (padre) escucha el diálogo con atención y asiente. “Soy un hombre afortunado. He tenido dos hijos varones que se interesaron en el campo y les gustan las tareas agropecuarias, y de a poco fueron asumiendo labores que iban confirmando su vocación. Les gusta el tambo, yo les doy una mano con la administración y de vez en cuando algún consejo, conversamos sobre las inversiones y cómo seguir”.
Roberto (padre) memora su recorrido en el tambo desde que era pibe pues desde sus 8 años el campo fue parte de su paisaje, aun cuando las tareas eran manuales y la vida era mucho más sacrificada. Perdió a su padre a los 27 años y eso lo empujó a hacerse cargo de la conducción del tambo y del campo, con todas sus actividades, junto a su madre y su hermano.
“Somos tamberos de alma y este es un negocio que muchas veces carecía de rentabilidad pero de todos modos seguíamos, pues sabíamos que esto tiene sus ciclos y a la mala le sucedería una buena”, cierra.
Fuente: Todolecheria