El enigma del árbol con “brotes” de oro en Finlandia: los científicos explican qué está ocurriendo

Partículas de oro parecen “brotar” de este árbol misterioso en Finlandia. No es magia, es ciencia, la clave está en las bacterias endófitas dentro de las agujas del abeto rojo. Nuevo paso hacia técnicas de detección de yacimientos.

El enigma del árbol con “brotes” de oro en Finlandia: los científicos explican qué está ocurriendo. Créditos: imagen ilustrativa por MYL Studio.

En el norte de Finlandia, muy cerca de un yacimiento aurífero, un equipo finlandés halló diminutas nanopartículas de oro en las agujas del abeto rojo (Picea abies). El hallazgo no se explica por polvo adherido desde fuera: el metal aparece incrustado en el tejido vivo, asociado a biofilms bacterianos.

La matriz de biofilm es una sustancia extracelular compleja, producida principalmente por microorganismos que sirve como soporte para una comunidad microbiana. Esta matriz protege a los microorganismos de su entorno, facilita la adhesión, proporciona rigidez y actúa como una barrera frente a agentes externos como desinfectantes y antibióticos.

La investigación, publicada en Environmental Microbiome, combinó microscopía electrónica de barrido con espectroscopía EDS para localizar oro y secuenciación 16S rRNA para perfilar el microbioma endófito. El resultado sugiere un mecanismo de biomineralización microbiana que convierte iones de oro en nanopartículas dentro de la planta.

Bosques boreales sobre oro

El estudio se realizó en el depósito Isokuotko y la mineralización Tiira, dentro de la Kiistala Shear Zone, en el cinturón de rocas verdes de Laponia Central, una región minera asociada a Kittilä, la mayor productora de oro de Europa. Allí los investigadores muestrearon 138 agujas provenientes de 23 abetos seleccionados en función de contenidos previos de oro.

El hallazgo clave en las agujas de los abetos rojos analizados fue que: 4 de 23 árboles (el 17.4 %) contenían nanopartículas de oro en el mesófilo de la aguja, recubiertas por células microbianas inmersas en una matriz de biofilm.

El protocolo fue estricto, esterilización superficial de las agujas, separación para microbioma y FE-SEM/EDS, y análisis multielemental por ICP-MS. Este diseño minimiza contaminaciones externas y distingue entre oro precipitado (visible al FE-SEM/EDS) y formas solubles/no particuladas que requerirían otras técnicas (XAS/XRF).

Microscopía electrónica de barrido (SEM) que muestra nanopartículas de oro en el tejido de una aguja de abeto rojo, colonizado por bacterias. Fuente: Environmental Microbiome (2025)
Microscopía electrónica de barrido (SEM) que muestra nanopartículas de oro en el tejido de una aguja de abeto rojo, colonizado por bacterias. Créditos: Environmental Microbiome (2025)

El hallazgo clave fue que 4 de 23 árboles (el 17.4 %) contenían nanopartículas de oro en el mesófilo de la aguja, recubiertas por células microbianas inmersas en una matriz de biofilm. No es casualidad que los positivos se ubiquen sobre la mineralización, todo indica transporte radicular de oro soluble y precipitación in situ en el tejido, según los científicos.

El papel del biofilm y ¿de dónde sale ese oro?

La capacidad de las plantas para absorber metales traza del suelo es un hecho conocido, pero el cómo ciertos minerales llegan a integrarse en sus tejidos ha sido un misterio persistente. Esta investigación crucial ofrece una nueva perspectiva y revela que los endófitos, un tipo particular de bacterias, podrían ser actores clave en el mecanismo de asimilación de minerales.

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El relato popular diría que hay árboles que “dan oro”. La ciencia ofrece algo mejor: un método para inferir lo que pasa bajo tierra leyendo señales biológicas en superficie.

En entornos auríferos, la meteorización y la actividad microbiana del subsuelo liberan iones metálicos que migran con el agua hacia suelos superficiales. Las raíces absorben ese cóctel durante el proceso natural de cohesión-tensión en el árbol, y lo transloca a tejidos aéreos.

En la aguja, el oro puede reducirse y precipitar en forma de nanopartículas. El estudio muestra que, además de oro (Au), aparecen trazas de plata (Ag) y arsénico (As), y hasta tierras raras como el cerio (Ce) en árboles de otra zona.

Los científicos ya sabían que la capacidad de las plantas para absorber metales traza del suelo, pero el cómo ciertos minerales llegan a integrarse en sus tejidos ha sido un misterio persistente.

El árbol tolera y compartimenta, el microbio transforma y precipita, y es el ambiente el que suministra los metales. De esa triple interfaz emergen nanopartículas que podemos medir, modelar y aprovechar.

La biomineralización no ocurre siempre ni en todas las escalas: puede ser local, esporádica y difícil de visualizar si el metal permanece como complejos solubles. Las cantidades de oro detectadas a partir de esta investigación son ínfimas; del orden de 0.2–2.8 μg/kg de hojas secas, algo más simbólico que económico, pero enorme en implicancias científicas y tecnológicas.

Desmitificar sin restar asombro

La metáfora de “el árbol del que brota oro” es atractiva, pero lo real es más sofisticado: nanopartículas de Au elaboradas dentro de la aguja, en consorcio con bacterias. No hay “alquimia” botánica ni transmutación, lo que sí ocurre es química ambiental modulada por microorganismos.

El aprovechamiento de este proceso natural no es la extracción directa del oro del árbol, sino la exploración geológica; usar estas plantas como “sensores” capaces de mapear la existencia de depósitos subterráneos sin perforar.

Si bien esto no hará rico a nadie por la tala de esos abetos. Aun si lo “exprimen” al máximo, un árbol contendría centavos en oro. La aplicación no es la extracción directa sino la exploración geológica y la remediación, el uso plantas-sensores capaces de mapear la existencia de estos depósitos subterráneos sin perforar y biotecnologías (por ejemplo, con musgos acuáticos) para retirar metales de aguas impactadas por minería.

El relato popular diría que hay árboles que “dan oro”. La ciencia ofrece algo mejor: un método para inferir lo que pasa bajo tierra leyendo señales biológicas en superficie.

Claro que no todas las agujas, ni todos los árboles, precipitan oro; la biomineralización es heterogénea y depende de hidrogeoquímica, taxones presentes y estado fisiológico

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Se pueden utilizar estas plantas como “sensores” capaces de mapear la existencia de depósitos subterráneos sin perforar.

Este resultado encaja con una tendencia global, métodos biogeoquímicos que priorizan el bajo impacto. El trabajo finlandés muestra cómo se podría escalar, seleccionar especies, perfilar huellas bacterianas asociadas al metal objetivo, y calibrar modelos de aprendizaje automático para predecir dónde hay mayor probabilidad de biomineralización en superficie.

De indicador “verde” a herramienta de saneamiento

Camino a la exploración minera “verde”. Si un bosque sobre mineralización muestra señales endófitas y nanopartículas en agujas, se pueden priorizar áreas sin abrir caminos ni perforar masivamente. El enfoque conecta ecología microbiana y geología estructural, sumando nanotecnología analítica.

La lógica se extiende a otros metales (no solo a yacimientos de oro) y a otros organismos. Son un ejemplo, el interés por el uso de musgos acuáticos con microbiomas complejos capaces de capturar metales de aguas mineras. No es una “varita mágica”, pero añade una herramienta a los arsenales de saneamiento.

Referencia de la noticia

Kaisa Lehosmaa, et al. “Biomineralized gold nanoparticles along with endophytic bacterial taxa in needles of Norway spruce (Picea abies)”. Environmental Microbiome. 28 de agosto de 2025.

FUENTE: Meteored