Rotación de cultivos en la mira: retrocede la soja y avanzan trigo, cebada y girasol en el nuevo escenario climático.

La cosecha de soja de segunda mejora, pero el agro ya está enfocado en la siembra de gramíneas, con el girasol como cultivo defensivo y un clima más favorable.

Cosecha de soja de segunda en Enrique Carbó, provincia de Entre Ríos. Imagen gentileza Bolsa de Cereales de Buenos Aires tomada por Luis Tronco.

Un informe reciente de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) confirma un cambio relevante en la matriz productiva: la relación soja / gramíneas cayó a 1,4, acercándose a valores mínimos históricos. Esa caída revela una transformación en la estrategia productiva, impulsada por márgenes más ajustados, el encarecimiento de insumos y la necesidad de recuperar sustentabilidad en los planteos.

Según indica la entidad rosarina, en los últimos 15 años la soja empezó a perder protagonismo en región núcleo. La relación soja/gramíneas —que indica cuántas hectáreas de soja se siembran por cada una de trigo y maíz— viene en descenso.

La situación actual contrasta fuertemente con la campaña 2014/15, cuando el índice alcanzó su máximo histórico: 4,4. Es decir, por cada hectárea de gramíneas (trigo + maíz), se sembraban más de cuatro de soja. Hoy, esa proporción cayó y vuelve a tomar el camino de aproximarse al uno a uno, donde trigo, cebada y girasol aparecen como los grandes ganadores de este nuevo escenario.

El trigo lidera la reconfiguración, con una intención de siembra que crece en regiones donde los perfiles hídricos están recargados tras las lluvias de mayo. En zonas como el NOA, el NEA y el centro de Córdoba, las condiciones permiten avanzar con ciclos largos y expectativas alentadoras de rendimiento.

En contraste, el centro-norte bonaerense enfrenta mayores dificultades: allí, la persistente saturación de los suelos y la falta de temperaturas más elevadas impiden que las sembradoras entren a tiempo. Este retraso podría dejar fuera de juego a los cultivares más largos y forzar un cambio hacia ciclos intermedios o incluso hacia otros cultivos.

La cebada también muestra señales de recuperación, con buenos precios relativos y una demanda sostenida desde la industria cervecera ya que es una opción especialmente valorada en zonas con restricciones sanitarias o climáticas para el trigo. El girasol, por su parte, vuelve a posicionarse como una estrategia defensiva para los planteos de primavera, gracias a su rusticidad, bajo requerimiento hídrico y buena salida comercial.

Desde la BCR explican que se observa “un cambio en las decisiones agronómicas que combina necesidad técnica con lógica económica”. La diversificación y la rotación vuelven a ocupar un lugar clave para mejorar la salud del suelo, cortar ciclos de enfermedades y estabilizar márgenes productivos en un año de alta volatilidad.

El clima otorga señales positivas para las gramíneas

El cambio en la configuración climática regional refuerza la apuesta por los cultivos de invierno. El Atlántico sur, que hasta hace poco presentaba un calentamiento extremo, comenzó a moderar su temperatura frente a las costas sudamericanas.

Esta señal, sumada al predominio de vientos del noreste, eleva la probabilidad de un invierno menos riguroso en términos térmicos, lo que resulta clave para una buena implantación de las gramíneas.

Los pronósticos también marcan posibles nuevas precipitaciones que podrían continuar hasta el 17 de junio, lo cual podría consolidar un escenario favorable para completar la siembra de la fina. A pesar de las complicaciones logísticas que genera esta inestabilidad sobre la trilla de soja, los productores la reciben como una buena noticia para los cultivos que están por implantarse.

Desde el punto de vista técnico, el regreso de gramíneas como trigo y cebada a las rotaciones también permite mejorar la estructura del suelo, incorporar materia orgánica y combatir malezas resistentes como rama negra y yuyo colorado. Además, estos cultivos son fundamentales para balancear el ciclo del nitrógeno y estabilizar el carbono del sistema, dos variables que cobran cada vez más valor en los esquemas de certificación ambiental y trazabilidad que exige el mercado internacional.

Tres posibles escenarios para el resto del ciclo agrícola

El segundo semestre de 2025 se presenta como una encrucijada, con tres escenarios posibles para la campaña fina y el comienzo de la gruesa. El más favorable contempla que se consolide un patrón climático neutro con lluvias regulares y temperaturas moderadas.

En ese marco, la siembra de trigo y cebada se completaría en tiempo y forma, y los cultivos iniciarían su desarrollo con buenas condiciones, permitiendo estabilizar el calendario agrícola.

El segundo escenario, más cauteloso, reconoce la posibilidad de nuevos retrasos, especialmente en la región núcleo y en el norte bonaerense. Si el suelo no termina de drenar y las temperaturas no suben lo suficiente, una parte de la superficie pensada para trigo podría quedar fuera, o desplazarse a opciones de ciclo más corto.

El tercer escenario, más adverso, proyecta un invierno más seco y frío que lo previsto y esto implicaría problemas para la emergencia de los cultivos implantados, aumento de los riesgos sanitarios y una presión adicional sobre los márgenes ya limitados. Este contexto también complicaría la preparación de los lotes para la campaña gruesa, generando un arrastre de dificultades hacia fin de año.

El invierno, la clave para la campaña fina

Por ahora, la mayoría de los modelos climáticos y técnicos coinciden en señalar una transición positiva, con un invierno más templado y mejores reservas de agua. Sin embargo, el productor argentino, marcado por la volatilidad estructural del contexto, avanza con cautela.

El equilibrio económico sigue siendo frágil y la toma de decisiones exige cada vez más precisión. Por eso se estima en el sector productivo que este año podría marcar un punto de inflexión en la forma de planificar la agricultura en el país.

La recuperación de las gramíneas, el regreso del girasol y la diversificación en las rotaciones reflejan un cambio más profundo: el agro argentino busca adaptarse a un escenario de riesgos múltiples con estrategias más sustentables, eficientes y flexibles. Y ese camino, más que una respuesta táctica, parece ser ya una nueva forma de producir.

FUENTE: METEORED Por Daniel Aprile