Fortalecer la sanidad vegetal, producción y trazabilidad para proteger las especies nativas

 Senasa invita a reflexionar sobre la importancia de la forestación, y la protección de las especies arbóreas que forman parte de nuestra identidad y patrimonio natural.

A nivel internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) impulsa la concientización mundial sobre la importancia de proteger las plantas para combatir el hambre, reducir la pobreza y fomentar el desarrollo económico. Enfatiza además que las plantas son esenciales para la vida debido a que generan el oxígeno que respiramos.

En esa línea, el Senasa pondera los beneficios que brindan los árboles: absorben el CO₂, lo que contribuye significativamente a reducir la concentración de gases; regulan la temperatura en áreas urbanas. Pueden disminuir la temperatura del aire entre 2 y 8 °C, ayudando a combatir el efecto de calor urbano generado por el concreto; y mejoran la calidad del aire. Filtran contaminantes como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, ozono y óxidos de azufre, además de partículas finas como polvo o humo.

También generan hábitats y alimentos para otras plantas y animales; Proporcionan alimentos, madera, energía esenciales para poblaciones rurales y urbanas; ayudan a reducir inundaciones y la erosión del suelo; y regulan el ciclo del agua y protegen los recursos hídricos evitando la desertificación y degradación del suelo.

La Argentina cuenta con una amplia diversidad de árboles nativos que enriquecen su geografía. En el norte, se destacan especies como los lapachos, de flores rosadas o amarillas, que embellecen las ciudades y forman parte de bosques subtropicales junto a quebrachos y algarrobos, fundamentales para las comunidades rurales y para el equilibrio de los ecosistemas chaqueños y áridos.

En la región pampeana y central, los espinillos representan una especie resistente, asociada tanto a usos ornamentales como a la restauración de ambientes degradados. Hacia la cordillera patagónica, especies como las lengas y otros Nothofagus constituyen la base de los bosques templados australes, mientras que el pehuén o araucaria araucana, emblema de la Patagonia andina, posee además un valor cultural, alimenticio y ancestral para los pueblos originarios.

Cada una de estas especies refleja la riqueza biológica de nuestro territorio y la necesidad de protegerlas frente a amenazas fitosanitarias que pueden comprometer su regeneración y permanencia. En este sentido, el Senasa, a través de su accionar en viveros y en el control de movimientos de plantas mediante el Documento de Tránsito Vegetal electrónico (DTV-e), cumple una función estratégica en la prevención de plagas y en la promoción de un desarrollo sustentable del sector viverista y forestal.

El Programa Nacional de Sanidad de Material de Propagación, Micropropagación y/o Multiplicación Vegetal del organismo nacional es una herramienta clave para cuidar la producción, trazabilidad y sanidad de los viveros que abastecen al sector forestal y ornamental en todo el país.

“Cumple un rol central en la prevención y control de plagas que pueden afectar la producción y el ambiente, asegurando que los viveros trabajen bajo condiciones fitosanitarias adecuadas. Esto adquiere especial relevancia cuando se trata de especies autóctonas, cuya conservación y propagación resultan esenciales para la protección de los ecosistemas y el fortalecimiento de corredores biológicos que sostienen la biodiversidad”, afirma Hernán von Baczko, coordinador del Programa.

Entre las especies nativas de gran valor cultural, social y ecológico, se encuentra el ceibo, árbol de flores rojas intensas que fue elegido como flor nacional argentina. Originario de la región del Litoral, representa un símbolo de identidad que también ofrece sombra, refugio para aves y protección de las riberas.

“Su propagación en viveros bajo estándares fitosanitarios contribuye no solo a su conservación, sino también a garantizar ejemplares sanos que puedan ser utilizados en forestación urbana, restauración de ambientes naturales y espacios comunitarios”, explica Julián Jezierski, referente de Vigilancia Fitosanitaria del Senasa y especialista en ornamentales.

La producción de árboles nativos sanos no solo fortalece la conservación de la biodiversidad y la resiliencia de los ecosistemas, sino que también genera beneficios sociales ya que fomenta el arbolado urbano, mejora la calidad de vida de la población, contribuye a la mitigación climática y favorece el arraigo cultural en cada región.

En este día, el Senasa reafirma su compromiso con la protección vegetal y con el trabajo junto a viveristas, instituciones y comunidades para contribuir a que las generaciones futuras continúen disfrutando de la belleza, los servicios ambientales y el valor cultural de nuestros árboles autóctonos.

FUENTE: SENASA