El histórico aporte de ingresos del campo fue desperdiciado por el gobierno entre desidia y falta de visión de futuro

Nunca en la historia del país el sector había ingresado un monto de divisas de la magnitud del aportado en 2022. Como en otras ocasiones, el Estado se ha ido encargando de gastarlo sin visión alguna de futuro.

El año que acaba de terminar ha tenido un sinnúmero de características particulares. La guerra en el Mar Negro, las idas y vueltas con los precios internacionales, la seca y sus consecuencias. Uno de los datos más notables es que ningún otro gobierno en la historia del país ha recibido un ingreso de divisas por parte del agro y la agroindustria como este. Situación curiosa si se tiene en cuenta que uno de los muchos puntos débiles de esta Administración pasa por las apretadas reservas del Banco Central.

Los números indican que entre 2016 y 2020 el campo y su industria derivada trajeron al país ingresos en torno de los u$s 20-23 mil millones anuales. Ese cometido alcanzó en 2021 a unos u$s 33 mil millones y en 2022 se estima serán alrededor de u$s 40 mil millones. Cualquier lector desprevenido interpretará que hay un legado de bonanza que repercutirá por años, un formidable ahorro que se aprovechará para impulsar la economía del país, para empezar a generar todo el universo de infraestructura que limita el progreso de los distintos actores.

Nada más alejado de la realidad, el país sigue sin mostrar una evolución que entusiasme al inversor. Menos que menos teniendo enfrente a Brasil, una máquina de generar infraestructura para lo que ha detectado como el gran motor de su economía: el agro. A partir del creciente desarrollo de nueva áreas agrícolas, el Estado -o los privados alentados por el Estado- acompañó generando el suceso de los puertos del Arco Norte, las hidrovías, y las ferrovías que están tejiendo un entramado que permite sacar rápidamente la producción, pensando en los principales clientes externos, sobre todo China.

De manera similar a lo que ocurrió con otros escenarios de muy altos precios internacionales, en la Argentina volvió a desperdiciarse una oportunidad invalorable. La avalancha de divisas se pierde en la imprevisión, la falta de planes y el clientelismo. El Estado batalla para encontrar dólares, asfixiado financieramente, inventando sistemas sui generis para capturar algunos billetes que no tardan demasiado en esfumarse. Es que sobran dólares en el país, pero no se ha logrado crear la menor confianza posible como para que los privados los vuelquen a la economía.

Las razones de este nuevo fracaso son muchas, pero la desidia en el manejo de las cuestiones vinculadas con la energía se comió buena parte de los esfuerzos del productor, y al país le quedó poco en limpio, bastante poco. Eso sin olvidar la maraña de déficits y planes sociales que hay que enjugar año tras año.

Genera temor pesar que el ingreso de dólares por exportaciones del agro va a ser muy distinto en este 2023. Porque casi no hay trigo ni maíz temprano, y la soja está en la cuerda floja. En teoría al Banco Central ya entraron todos los dólares con los que deberá pasar el verano, y quizás buena parte del otoño.

Un escenario de estrechez que en buena medida venía siendo reflejado por el valor de los dólares alternativos hasta que en la última jornada operativa de 2022 el Gobierno, a través del Central y de la Anses puso hasta lo que no tenía para bajarles el copete. Y desde luego las “manos amigas” redoblando esfuerzos para maquillar el fin de año del blue. ¿Durará?

Queda la chance de intentar un último dólar soja antes de la cosecha, pero los resultados potenciales se adelgazan y cada vez van alcanzan para tapar menos agujeros. Entre los dos últimos envíos se negociaron unos 20 millones de toneladas, lo que indica que no es mucho lo que queda para volcar al mercado.

Los especialistas aseguran que la pérdida patrimonial del BCRA como resultado del último dólar soja “bordeó los $53 mil millones por comprar caro (a $230) y vender a los importadores al precio oficial (a $170). La emisión total fue descomunal, más de $1 billón en el mes”.

Son los desaguisados de una Administración que tuvo todo el tiempo del mundo para estructurar y poner en marcha un plan razonable, pensando al menos en el mediano plazo, pero desde el primer minuto despreció la idea. Ahora es tarde, resta la aplicación de parche tras parche para intentan llegar y entregar el explosivo al pobre cristiano que resulte ganador de la próxima elección.

Fuente: Chacra