Descubren patrones globales en la densidad de la madera
Un estudio realizado por especialistas de 40 países —y del que participó el INTA— analizó más de 10.000 especies arbóreas en todo el mundo y confirmó que la densidad de la madera, un parámetro clave para la industria y la ecología, varía significativamente según la región y el tipo de vegetación. El INTA aportó datos del bosque andino-patagónico. La investigación fue publicada en la revista Nature Ecology & Evolution.

La densidad de la madera —es decir, cuánta masa contiene un volumen determinado— define su calidad para uso industrial y determina aspectos ecológicos esenciales como la supervivencia de las especies, la producción de biomasa y la capacidad de los ecosistemas para almacenar carbono. Sin embargo, hasta ahora, las variaciones globales en esta propiedad forestal y los factores que las explican eran poco conocidas.
Para abordar esta brecha, un grupo internacional de científicos analizó datos de 1,1 millones de parcelas de inventario forestal de todo el mundo, incluyendo 10.703 especies arbóreas. El INTA participó con el aporte de información clave desde parcelas del bosque andino-patagónico. El trabajo fue recientemente publicado en la revista Nature Ecology & Evolution (https://doi.org/10.1038/s41559-024-02564-9).
La cantidad de masa contenida en un volumen determinado es un parámetro fundamental para la industria forestal, define la resistencia, la durabilidad y la facilidad de procesamiento de la madera y, por lo tanto, sus posibles aplicaciones: desde muebles y artesanías hasta durmientes ferroviarios o producción de papel. Además, esta propiedad funcional también tiene implicancias ecológicas, como la resistencia de los árboles a sequías, incendios o su capacidad para almacenar carbono.
“La densidad de la madera influye en la resistencia y en la durabilidad y esto determina para qué se usa: maderas duras como el quebracho se destinan a durmientes o estructuras, mientras que las más blandas, como los álamos, se usan para papel o muebles livianos”, explicó Pablo Peri, investigador del INTA Santa Cruz y coautor del estudio.
Entre los resultados más relevantes, el estudio encontró que los bosques tropicales tienen una densidad promedio de 0,57 gramos por centímetro cúbico un 30 % superior a la de los bosques boreales, que presentan valores de 0,46 gramos por centímetro cúbico. Estos contrastes se asocian a distintos tipos de especies: las gimnospermas —como pinos y cipreses— predominantes en zonas frías, tienen una densidad un 20 % menor que las latifoliadas de hoja ancha, como el fresno.
A nivel productivo, esta información permite orientar la selección de especies según el destino de la madera. “La industria necesita conocer la densidad para aprovechar mejor cada tipo de madera. Saber esto también ayuda a definir qué especie plantar o conservar, según el uso que se le dará”, destacó Peri.

Más precisión para estimar carbono
A su vez, conocer la densidad de la madera es clave para calcular la biomasa y la cantidad de carbono que almacenan los árboles. Cruzando los mapas globales de volumen forestal y densidad, el estudio estimó que los bosques del mundo almacenan 374 gigatoneladas de carbono. De ese total, el 53 % está almacenado en los troncos, el 24 % en las ramas y el 21,7 % en las raíces.
Al respecto, Peri destacó que gracias a este trabajo “hoy contamos con una cuantificación global del stock de carbono forestal, algo fundamental para los estudios climáticos”.
La cantidad de masa contenida en la madera está estrechamente relacionada con las condiciones ambientales en las que crecen los árboles. Variables como la temperatura, la humedad y la disponibilidad de nutrientes en el suelo ejercen una influencia directa sobre esta propiedad. En particular, este estudio demostró que la combinación de temperatura media anual y humedad del suelo —conocida como condiciones hidrotermales— es uno de los principales factores que explican las diferencias de densidad a escala global. Es decir, los árboles que crecen en ambientes más cálidos y húmedos tienden a desarrollar maderas más densas, probablemente como resultado de adaptaciones evolutivas que les permiten competir y sobrevivir en ecosistemas complejos.
FUENTE: INTA Informa
